La historia de la Orden de la Merced y su convento en Palma, por el Diari de Mallorca
Rescatamos un artículo muy completo de Bartomeu Bestard en el que repasa los inicios de la Orden y su instauración en Palma de Mallorca
Debido al conflicto permanente entre musulmanes y cristianos, hasta bien entrado el siglo XVIII, la cautividad fue una amenaza constante para los habitantes de la ribera mediterránea. Ese peligro fue mucho mayor durante la Edad Media, especialmente hasta finales del siglo XIII. Aquellas personas secuestradas pertenecientes a familias ricas solían tener muchas más facilidades para ser liberadas, pues el conflicto se solucionaba con un rescate mediante el pago de dinero. El problema lo solían tener aquellos cautivos que no tenían a nadie que respondiera por ellos. Ante este escenario y con el fin de conseguir financiación para ir a rescatarlos surgió un grupo de laicos que se organizó en torno a un mercader de Barcelona –de origen provenzal–, Pere Nolasc (San Pedro Nolasco), el cual se convertiría en el fundador de la orden de la Merced. Aunque la tradición fija la fundación en 1218, basándose en la milagrosa aparición de la Mare de Déu de la Mercè, y bajo el amparo de Jaime I, el dominico Ramon de Penyafort y el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou; la verdad es que, según el historiador norteamericano J. W. Brodman, especialista en la orden mercedaria, los primeros documentos que empiezan a hablar de Pere Nolasc datan de 1230, y lo hacen diciendo de él que era un «col·lector i guardià de les almoines dels captius». Tanto él como sus primeros seguidores eran laicos y en un primer momento se aglutinaron en torno a una cofradía. Todo apunta a que hacia 1230-1235, Jaime I les invistió como caballeros otorgándoles el hábito blanco. Por tanto, la orden de la Merced nació con un espíritu laico, como una especie de orden militar pero con el único fin de rescatar cautivos. Esa primera cofradía recibió en 1232 una importante donación del mercader barcelonés Ramon de Plegamans. Se trataba de unos terrenos extramuros de la ciudad condal, para que allí se construyese un hospital para cautivos. En 1235 ya se documenta el nuevo hospital, Casa de Santa Eulàlia de Barcelona. Ese mismo año el Papa erigió formalmente la orden.
Respecto a Mallorca, los cronistas de la orden coinciden en apuntar la participación de los mercedarios San Pedro Nolasco y San Serapio en la conquista de 1229. Sea o no cierta esta noticia, parece ser que la campaña de Jaime I en la isla, fue decisiva para dar un impulso definitivo a la orden, pues fue cuando Nolasc y los suyos empezaron a recibir donaciones importantes para su cometido. Cuando en 1245 el Papa les confirmó con una bula, los mercedarios tenían unas 16 casas: ocho en Cataluña, tres en el reino de Aragón, tres en el de Valencia y una en Mallorca. De estas casas únicamente tres tenían categoría de iglesia, lo que demuestra el carácter laico de sus orígenes. Una de las características de los frailes era, y sigue siendo, su cuarto voto, el voto de redención„junto a los clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia„por lo que «se comprometen a dar generosamente la vida por los cristianos cautivos que se hallan en peligro grave de perder la fe».
Según el mercedario fray Joseph Arnau, cronista de la orden en Mallorca a principios del siglo XVIII, la primera «habitación» que tuvo Pere Nolasc en la Ciutat de Mallorca estuvo en la calle dels Forats„actual calle Miramar, esquina con la calle, precisamente, de Sant Pere Nolasc, confrontando con el huerto del obispo„: «Del siti y puesto, ahont primer tingué habitació N. S. Pare [San Pedro Nolasco] segons tradició, no la puch referir per no haver pogut encontrar vertadera noticia. Sols he lograt que el quadro del Sr. Canonje Matheu, que están entrant al carrer del Forat, lo posà el P. Fr. Gregori Rieci, Comendador, en memoria de que aquell fonch el puesto que per habitació havia donat el Sr. Rey dn. Jaume a nostro Pare y a altre religiós que aportave ab se companya, cuya noticia se trobe en un llibre de lo archiu dit del hort de Son Avellà[€] Dit quadro fonch renovat en lo ayñ 1709 per lo convent». Allí debieron estar muy poco tiempo, pues en 1245, encontramos al comendador fray Joan de Lers y el resto de sus hermanos mercedarios, instalados en una casa de la plaza de Cort. Sabemos por otras noticias que en 1295, los jurados del reino les cedieron el solar definitivo donde instalarse, el mismo que todavía hoy ocupan entre las calles de Volta de la Mercè y Sant Felip Neri. Allí construyeron una pequeña iglesia que pusieron bajo la advocación de San Salvador, colocando ya en el siglo XIII el bello Santo Cristo, que todavía hoy se puede contemplar en el templo.
Tras la muerte del fundador, los maestres de la orden fueron caballeros con títulos nobiliarios, que contaban con castillos y otras posesiones, participaban en campañas militares con la especial misión de rescatar a los cautivos cristianos. Ahora bien, según Brodman, durante el reinado de Jaime II de Aragón, ese carisma militar se fue transformando en mendicante, más en la línea franciscana o dominica. Ello explica que algunos mercedarios se marchasen a la orden militar de Montesa. Parece claro, que en el trasfondo de esta transformación subyacía la pugna entre los laicos y los religiosos de la orden. Estos últimos se habían ido introduciendo en la Merced reivindicando paulatinamente posiciones de autoridad interna. Al mismo tiempo, esos mercedarios religiosos, no eran sino instrumentos de la Iglesia, la cual desconfiaba de los movimientos laicales –basta recordar la desastrosa experiencia con los cátaros o los valdenses– por lo que quería ejercer un mayor control sobre ellos. Ese enfrentamiento tuvo sus momentos de máxima tensión durante la primera década del siglo XIV, cuando el capítulo general de los mercedarios, formado por mayoría de delegados laicos, eligió como maestre a Arnau Amer, pero el sector clerical lo rechazó y apoyó a Ramon Albert. El enfrentamiento llegó a tal punto que fue necesaria la intervención de Jaime II y el propio Papa. La solución fue nombrar a Albert prior de la orden, mientras que el laico mallorquín Arnau Rossinyol fue nombrado maestre (1308). Fue el último triunfo de los laicos. Tras la muerte de Rossinyol (1317), el sector clerical fue mayoría en el capítulo general y se eligió como maestre al prior, fray Ramon Albert. A partir de entonces la iniciativa laica cedió el paso a la dirección y carisma clerical, se doblaron los esfuerzos en la predicación estimulando la caridad y el fraile militar rescatador dio paso a un fraile gestor de los rescates.
Uno de los episodios más desgraciados tuvo lugar en 1316, cuando ocho mercedarios mallorquines fueron martirizados en Argel donde se habían trasladado para rescatar cautivos cristianos en peligro de apostasía. Muchos años después, en abril de 1702, arribaron de Argel unos cuantos frailes mercedarios de la Corona de Aragón con 145 cautivos rescatados. Un mes más tarde, llegaron los mercedarios de la Corona de Castilla con otros 482 más.
Durante el siglo XV se fundó en la Merced una de las más prestigiosas cofradías de Palma, conocida como la Confraria de la Minerva del SSm. Sagrament, la cual estaba agregada a la cofradía de la Minerva de Roma. A su fiesta principal, encabezada por las autoridades del reino, asistía «tot Ciutat».
En cuando al convento, desde el siglo XIII había ido creciendo, extendiéndose por sus alrededores mediante la compra de los inmuebles colindantes. Parece ser que hacia finales del siglo XVI, ya se había acabado el claustro y resto de dependencias, por lo que se decidió construir una nueva iglesia de mayores dimensiones que la medieval. Las obras empezaron en1621 y finalizaron muchos años después, en 1705. Unos años más tarde, en 1723, se encargó el retablo del altar mayor al artista Andreu Carbonell, mientras que en 1793, el escultor valenciano Josep Esteve Bonet, esculpió la imagen de Nostra Senyora de la Merçè que desde entonces preside el retablo mayor.
A pesar de que en 1835, los mercedarios fueron despojados de sus propiedades y expulsados de Mallorca, pudieron regresar en 1905. Al recuperar parte de su antiguo convento no encontraron nada. Los frailes vivieron durante años entre los contrafuertes del templo. En los años cincuenta del siglo pasado reconstruyeron parte del convento. Hoy se dedican a atender el culto de su iglesia y a los grupos de oración que allí se reúnen. Al mismo tiempo, ayudan espiritualmente a los presos de Palma y a sus familiares.