Infancia y juventud
Nació en torno al año 1180 en lo que hoy es la ciudad de Barcelona. El P. Nadal Gaver en 1445 escribía que fue en «mansi sanctuarum Puellarum diócesis sancti Pauli municeps civitatis Barchinone ubi suum trastulerat domicilium». Quizás en alguna propiedad alodial dependiente del Monasterio de San Pedro de las Santas Puellas (fundado en el siglo X por el Conde Sunyer y hoy parroquia en el centro de la ciudad) que la familia Nolasc tenía en propiedad.
Su infancia y primera juventud transcurren aprendiendo a hacer fructificar la hacienda familiar, juntamente con el oficio de mercader en la Ciudad Condal, a donde había trasladado su domicilio después de la muerte de sus progenitores. Son años de economía boyante; prospera el comercio tanto por la unificación de los Condados Catalanes y el Reino de Aragón, como por las conquistas de Alfonso II en el Ebro y la consolidación de su influencia transpirenaica. Una sociedad distinta, ciudadana y mercantil, aparece al final del siglo. El enfrentamiento con el mundo musulmán trae numerosos cautivos; el crecimiento de las ciudades nuevos ricos y abundancia de necesitados. En la baja Edad Media surge con fuerza una espiritualidad caritativa de ayuda a los más necesitados, a quienes se empieza a denominar como “pobres de Cristo”.
Pedro Nolasco Fundador
La tradición mercedaria fija en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218 una intervención especial de la Virgen María. Experiencia mariana que iluminó la mente de Nolasco y movió su voluntad para que convirtiera esa hermandad de redentores en Orden Religiosa que continuara, bajo la bendición de la Iglesia y protección del Rey de Aragón, la obra comenzada. El 10 de agosto de 1218 en la Catedral de Barcelona el Obispo Berenguer de Palou, en presencia del Rey, impuso el hábito blanco a Pedro Nolasco y a otros doce compañeros, y lo colocó a la cabeza de la nueva familia religiosa, que se denominará de santa María de la Merced para la redención de los cautivos. Jaume I asignó a los nacientes frailes como residencia el viejo hospital de santa Eulalia, donde permanecieron hasta que en 1234 Raimundo de Plegamans donara un terreno en el arenal de Vilanova y trasladasen allí el nuevo convento. Nolasco desde ese 1218 para poder consagrarse más a los hombres, se consagra a Dios totalmente.
Nolasco seguirá haciendo todos los años heroicas redenciones en tierras musulmanes, y pidiendo limosnas para la redención de los cautivos. Acompañó a Jaume I en las conquistas de Mallorca y Valencia, donde recibió el Real Monasterio de El Puig, e infundió en la joven barcelonesa Maria de Cervelló el espíritu redentor, que la convertiría en la primera religiosa mercedaria. Logró la confirmación pontificia de su obra por la bula “Devotionis vestrae” de Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, y dio vida pujante a una piadosa fraternidad de seglares que cooperaban con sus frailes en la obra de la redención de cautivos y en la asistencia a los enfermos, pobres y peregrinos en las casas del Hospital de santa Eulalia. 17 fundaciones se hicieron bajo su generalato: 7 en Catalunya, 3 en Aragón, 4 en la Comunidad Valenciana, 1 en Narbona y otra en Palma de Mallorca.
Muerte y legado
Pedro Nolasco murió poco después de concluir el acuerdo con Ramón de Morell , el 7 de marzo de 1245, por el que recibía la propiedad de Arguines, ya que cuando el documento notarial llega a Barcelona para su firma por el Capítulo General, el 12 de junio de dicho año, se dice que Nolasco ya había fallecido. Su óbito ocurrió el 6 de mayo de 1245, pues las primeras Constituciones mercedarias, promulgadas por Fr. Pedro de Amer en 1272 ordenan que “l´aniversai del primer mestre del nostre orde sia feyt l´endemá l´ascensio”. La Iglesia reconoció su culto público en 1628, y su fiesta se celebra el 6 de mayo.
Es el hombre de espíritu práctico y de gran capacidad organizativa, que entiende del riesgo en sentido evangélico, y sabe unir en perfecta síntesis la causa de Dios y del hombre. Su fe le hizo escuchar el clamor del oprimido y se sintió enviado por Dios. Su esperanza la vivió como dinamismo de superación hasta lo imposible y su amor le llevará a ofrecer la propia libertad e incluso la vida por la redención del otro: es el cuarto voto mercedario. Sus frailes vivirán en estrecho contacto con la sociedad, en comunidades pequeñas y con liturgias sencillas a diferencia de las Órdenes Conventuales. Comunidades cercanas a aquellas asociaciones caritativas y mendicantes que dieron a la Iglesia del siglo XIII una buena parte de su color y vitalidad. Con ellas comparten los Mercedarios un profundo respeto por la pobreza, la importancia de servir a los cristianos necesitados, y una vocación religiosa que exigía una vida dentro del mundo, con la originalidad de una exclusividad en la tarea de redención.